El City se impone con esfuerzo y trabajo duro una vez más | Fútbol | Deportes | EL PAÍS
A veces es fundamental recordar que, al final de cuentas, en el deporte profesional y de alto rendimiento, todo se evalúa a partir de las victorias. El Manchester City había perdido de vista estas triunfos porque, de alguna manera, no lograba encontrar su estilo de juego. Afectado por la ausencia de varios de sus pilares, el campeón de las últimas cuatro temporadas de la Premier League ha estado inmerso en una crisis que resulta difícil de sobrellevar. Así que, en este contexto, ganar se convierte en algo más que un simple deseo. Es una medicina, un revitalizante. Y ya habrá tiempo para reflexionar sobre el fútbol, las ideas o los estilos. Finalmente, el City logró la victoria, lo hizo en Leicester (0-2) ante un rival que se encuentra en puestos de descenso, el cual lo superó en varios momentos del partido y al que el City se vio incapaz de someter con la posesión del balón. Pese a las dificultades, el City trabajó arduamente para conseguir los tres puntos. "Necesitábamos ganar. Todos lo necesitábamos", enfatizó Guardiola tras el encuentro.
Sería prolijo detallar todos los problemas que asolan al equipo que adiestra el laureado estratega catalán, pero a los cinco minutos de partido ya se plasmó uno muy evidente: el equipo trata de aplicar la lección que tiene bien aprendida, trata de circular la pelota con tres zagueros en el fondo y dos pivotes por delante, ubica a sus interiores (faceta en la que el técnico recuperó a Kevin de Bruyne, una sombra de lo que fue) y abre el campo con dos hombres en la cal. A partir de ahí busca su juego de posición y abrir líneas de pase. Pero en Leicester lo hizo sin ritmo, sin capacidad para mover y sorprender al rival para generarse ventajas. Sin colmillo, además, para recuperar la pelota cuando esta se dividía. Por ahí empiezan los pecados del City, al que la temporada le exige un prolongado acto de contrición.
Ocurrió que de manera inopinada llegó al gol mediada la primera parte, detalle que siempre ayuda a fortalecerse. En esta ocasión se vigorizó contra su naturaleza, pero en un ejercicio de pragmatismo el equipo se aplicó a gestionar la ventaja sin balón. Marcó Savinho después de un error del portero local y el gol pareció un tesoro. Lo hizo entre grandes padecimientos porque el Leicester, en manos de Ruud van Nistelrooy, dispone de unos cuantos gregarios entre los que sobrevive Jamie Vardy como rescoldo del equipo campeón de 2016, pero tiene dos joyitas que le hacen jugar al fútbol, el argentino Facundo Buonanotte y, sobre todo el belga-marroquí Bilal El Khannous. Ambos son camada 2004, veinteañeros que darán que hablar.